martes, 2 de diciembre de 2014

El otoño llega revuelto a la Comarca

‘’Lo lamento-dijo Gandalf-. El pobre Bill ha sido un compañero muy útil, y siento en el alma tener que abandonarlo ahora. Yo hubiera preferido viajar con menos peso, y no traer ningún animal, y menos que ninguno este que Sam quiere tanto.”
Gandalf a Frodo haciendo referencia a Bill, el poney de Sam
(El señor de los anillos I  La Comunidad del Anillo, J.R.R .Tolkien)

Cómo ha cambiado el tiempo. No ha pasado ni una semana desde que estaba disfrutando habitualmente de una buena pipa a estas horas, en mi jardín, en mangas de camisa, con los pies apoyados en una banqueta, disfrutando de las vistas. Un valle verde, dividido en dos por el río, que todavía podía verse como si de fuego líquido se tratara por los reflejos de la puesta de sol concentrándose en la laguna de Delagua. Desde luego, esos ratos de cavilaciones tranquilas al aire libre las voy a echar de menos.

Ahora ya ha llegado el frío y, con él, se viene antes la noche. No da pie a salir, no apetece tanto. Y más cuando en casa te espera una cálida lumbre. Eso sí que es un placer. Esa sensación de frío que en mayor o menor medida, penetra en el cuerpo durante el camino de vuelta a casa y, cuando llegas y abres la puerta… Ese calor que empieza a recorrer tu rostro y parece una enfermedad que se contagia y se extiende al resto del cuerpo…



Toda época del año tiene su lado positivo. Además, todavía se puede salir a fumar al jardín después de comer, al sol todavía se aguanta bien sin demasiadas prendas de abrigo. Caminando claro. De hecho el otoño es una época preciosa para pasear. Para contemplar lo maravillosa que es la naturaleza. Cómo muda sus colores. Del verde que invade la Comarca en verano, a los tonos amarillos y rojos del otoño. Da gusto pasear por caminos rodeados de árboles mientras ves las hojas caer. De hecho, según la época del año,  cambio de ruta al volver del trabajo sólo para observar las vistas que más me gustan.

Hoy precisamente volviendo, he pasado por Delagua para hacer la compra y me he encontrado con un viejo amigo,  Ted Arenas, el molinero. En seguida me ha saludado. Es un gran hobbit, y muy trabajador. Hemos estado hablando y me ha contado una historia bastante curiosa. Y digo curiosa por no decir surrealista. Al parecer en la orilla oeste del rio Brandivino vive un granjero, que estuvo enfermo una temporada. Sufría una dolencia que jamás se había visto en la Comarca. Algunos que le fueron a cuidar quedaron contagiados. Mientras estaba en cama, padeció unas fiebres muy elevadas y se temió por su vida ya que no conseguían que mejorase. De hecho, estando ya desesperados, acudieron a unos elfos para que lo trataran a él y los demás, a los que habían encerrado en salas contiguas de la granja para mantenerlos en cuarentena.

Los elfos los estuvieron estudiando y prepararon unos brebajes que les hizo disminuir la fiebre. Pero, al parecer, había un problema. El perro que tenía aquel buen hobbit se lo habían vendido en Bree. Provenía de una zona al este de Rhudaur cercana a las montañas Nubladas, poco transitada. Por lo visto, esos perros podían ser un foco de contagio para las personas, como parecía en este caso, ya que el granjero había perdido a su familia y el animal era su única compañía. Era un caso que hacía años que no se veía, pero probablemente fuera por la cercanía del hábitat del perro a las Landas de Etten, a las que no suele acercarse nadie habitualmente por su peligrosidad. No se despegaba del perro allá donde fuese. La solución pues, era sacrificar al perro por el bien de los habitantes de la zona ya que la enfermedad era muy contagiosa.

Todos los vecinos de la zona optaron por matarlo y lo encerraron para resolver el tema a primera hora del día siguiente. Y aquí viene lo peculiar de la historia. A la mañana siguiente, apareció la puerta del cobertizo llena de sillas y otros objetos obstruyendo la puerta. Era cosa de algunos hobbits de Los Gamos. Querían evitar la muerte de Dardo, así se llamaba el perro. De hecho, no tardaron en aparecer los causantes del alboroto. Habían dormido a la intemperie en la parte trasera del cobertizo, para asegurarse de que estarían en el momento adecuado. Los que estaban en contra, comenzaron a argumentar que no se podía tratar así a un animal que había ayudado tanto a su dueño y al que había sido tan fiel. Los demás les echaban en cara que su propia vida podía estar en peligro y que les era incomprensible que pudieran anteponer la vida de un perro a la de un hobbit. Tras una acalorada discusión, en la que los defensores del animal añadieron que Dardo tenía dignidad y debía ser salvado al precio que fuera, los vecinos los apartaron y se abrieron paso. Al final y tras muchos insultos y gritos (en los que no faltaron menciones a los elfos que habían curado al granjero), el perro fue ejecutado. El pobre granjero, aunque lo entendió quedó bastante dolido.

Ha sido muy gracioso como ha acabado de contármelo el buen Ted, haciendo alusión a lo insanas que son las setas que consumen los habitantes de Los Gamos. Al llegar a casa, me he preparado una buena cena y después,  como hacía frío y estaba cansado, he decidido no ir al Dragón Verde y  me he sentado frente a la chimenea, a contemplar el fuego mientras me fumaba una pipa. Sí señor, eso es vida. Y aquí estoy, pensando en la historia de Ted mientras hago pequeños aros de humo que invaden el salón. 

¿Cómo es posible que alguien pueda comparar a un animal con los hobbits? Más aún, ¿cómo podía alguien en su sano juicio comparar la dignidad y la salud de un hobbit con la de un animal? Desde luego que el animal tiene dignidad, faltaría más. No se puede abusar de ellos. Pero al fin y al cabo, ¿no están para servirnos? Obviamente con mesura y sin acarrearles sufrimientos inútiles.  Pero entre la vida de un animal y la de hobbits, como era el caso, no hay duda. Es increíble que haya gente que defienda antes la vida de un animal a la de los nuestros.  Entre hobbits todos tenemos la misma dignidad por el mero hecho de serlo, y por ello, también está por encima de la del animal. Nosotros podemos trascender, razonar, pensar, controlar nuestros instintos. Somos animales racionales y, por tanto, estamos por encima de ellos, que no puedan trascender, ni pensar. Se guían e impulsan básica y únicamente por sus instintos. No podemos ponernos al mismo nivel. Aunque entiendo perfectamente que se les tenga cariño. Animales como perros y poneys pueden ser muy fieles ayudantes y compañeros sin abandonarnos jamás, pero no por ello son más importantes, no hay que perder el norte.


Quién me iba a decir a mí, que después de todo lo ocurrido en la historia de la Comarca y de sus habitantes, todavía me quedaban por oír historias tan ridículas como estas. Parece que el mundo se vuelve loco por momentos. 

martes, 28 de octubre de 2014

De sueños y decadencia en el Dragón Verde

"Hay en ti muchas virtudes que tú mismo ignoras, hijo del bondadoso Oeste. Algo de coraje y algo de sabiduría, mezclados con mesura. Si muchos de nosotros dieran más valor a la comida, la alegría y las canciones que al oro atesorado, éste sería un mundo más alegre."
Thorin Escudo de Roble a Bilbo
(El Hobbit, J.R.R. Tolkien)

Estaba asombrado. Hacía rato que lo estaba. Y también asustado. ¿Cómo podía ser posible? Pero sin duda lo era. El carro o lo que fuera aquello iba solo, sin ningún caballo o buey que lo empujara. Ni siquiera con cabras como hacen los enanos. Aparentemente lo dirigía un hombre vestido con una chaqueta negra muy rara, que iba sentado en la parte delantera, a través de un timón circular que tenía muchas luces al lado. El asiento era de cuero, muy cómodo. El carro avanzaba por un camino liso y oscuro. Iba muy rápido por lo que parecía ser una calle, con unos edificios tan altos que no dejaban ver su final. Señor Gamyi, usted que ha visto mundo, no sé si le suena pero a mi me producía un miedo paralizante. Al poco rato paramos. La puerta se abrió y apareció un hombre vestido con la misma chaqueta que el conductor y, con una especie de cinta anudada al cuello en su blanca e impoluta camisa. Me invitó a bajar del coche. Supongo que así debía llamar al carro. Yo no quería, estaba sustado. El hombre no se lo pensó dos veces y agarrándome por las solapas me sacó. Lo único que pude ver antes de entrar en aquel edificio, fueron otros tantos edificios como ese que parecía que tocaran el cielo y más hombres vestidos de manera estrafalaria. Una vez dentro, algo me golpeó la cabeza y me desperté. Si no hubiese sido por esa manzana...

Algunos de los que me escuchaban, comenzaron a reír inclinándose ligeramente hacia atrás en los bancos donde estaban sentados, dejando al descubierto sus peludos pies. Otros comentaron lo raro que era el sueño. El señor Gamyi simplemente se sonreía mientras le daba un sorbo a su cerveza. Mientras los miraba, me venía a la cabeza lo agradable que es el ambiente en el Dragón Verde después de una jornada de trabajo. Como en todos lados algunas veces hay discusiones, pero las más raras. En Hobbiton y Delagua las reuniones diarias no suelen fallar, excepto, claro está, los días de banquete, que no son pocos.

El joven Ciñatiesa, interrumpió el barullo general que había provocado mi sueño preguntándole al señor Gamyi que, para que querían los hombres construir edificios tan grandes. Alguno comentó entre risotadas que los hombres son más grandes, pues casas más grandes, pero después callaron para escuchar la respuesta. El viejo Sam Gamyi es toda una eminencia en la Comarca. Principalmente por sus aventuras con el señor Frodo Bolsón y ser uno de los héroes que habían salvado la Tierra Media, pero también por su generosidad, pues poseía (y posee) una gran fortuna con la que ayuda a cualquiera que lo necesite, con un espíritu de sacrificio y trabajo que no es habitual. También por su amabilidad y sabiduría que suele compartir siempre con humildad. Supongo que por algo lo hemos reelegido durante más de veintiocho años como alcalde de Cavada Grande (o de la Comarca).

El viejo, tras quedarse unos segundos mirando la pluma que llevaba el joven Ciñatiesa en el sombrero, lo que indicaba que era un oficial (los guardias que velan por la seguridad y el orden en la Comarca), sonrió y le contestó. Le dijo que antaño, el linaje de de los reyes de Gondor había caído en el olvido debido a su orgullo. Erigían grandes tumbas para los reyes y senescales, más suntuosas que las moradas de los vivos, y edificios que mostraban su poderío. Todo para aparentar, mostrar orgullosos su poder aprovechando que el enemigo era débil y no tenían demasiadas preocupaciones en sus fronteras. A los enanos les ocurrió algo parecido en Moria y Erebor, pero por otro motivo. Construyeron grandes salas y atesoraron cantidades de oro y gemas tan increíbles que, incluso viendo los tesoros, era difícil creer que fueran reales. Era fruto de la ambición y codicia desmesurada que invadía sus corazones. Eso fue lo que provocó los tiempos oscuros que padecieron posteriormente. Los habrían pasado igualmente, pero no tan malos. Les cogieron desprevenidos durante su decadencia. Los pueblos que no velan por la felicidad de sus habitantes sino por intereses materiales (en muchos casos egoísmos del gobernante o gobernantes del momento), acaban sufriendo más de lo esperado o, en algunos casos, llegan a desaparecer.

Es como la vida misma. Es una lucha permanente entre el bien y el mal que no descansa nunca . Se constituye de batallas diarias, generalmente pequeñas, y todos somos partícipes de ellas. El viejo Gamyi puso mucho énfasis en la palabra todos. Continuó diciendo que, nadie esta exento de ella. No podemos ceder, aquí no existe la estabilidad. Si dejas de luchar caes sin remedio y, si luchas tienes posibilidades de seguir avanzando por un buen camino. Y no todo son grandes batallas como las de Campos de Pelennor. Al contrario, en general las batallas suelen ser pequeñas. Como cuando sonreís al llegar a casa aunque estáis muy cansados o como cuando no os queréis levantar pero lo hacéis para ir a trabajar. Si nos dejamos, vamos cayendo y llegando a justificarnos. Tanto hombres como enanos se dejaron llevar por el orgullo, la codicia y la ambición que en gran parte suele provocar el exceso de bienes materiales. Sobretodo si se acumulan por el mero hecho de tener y ostentar ante otros. Ya que estos bienes no llenan mas que de egoísmos y desconfianzas que solo producen soledad y una necesidad de acumular más. Esto hace infeliz a cualquiera. Aunque el sueño de Dungo, solo es eso, un sueño, puede ayudaros como metáfora o recordatorio de lo que puede llegar a pasar si no lucháis. No pretendo desanimaros, sino lo contrario, animaros a que sigamos luchando con la alegría que nos caracteriza a todos. Concluyó proponiendo un brindis por ello y añadiendo que, además, no estaría nada mal tener un carro que andase solo, no todo iba a ser malo en mi sueño.

Mientras volvía a mi agujero iba dándole vueltas a la reflexión del señor Gamyi. Realmente, ¿para qué querrían hombres y enanos tantas riquezas? Aquí con lo necesario vivimos muy bien. Bueno, el tabaco para pipa es un capricho, pero no es caro, esta al alcance de todos. Por lo demás nuestros gozos están hechos a base de estar con los demás (principalmente gozando de una buena comida o bebida)  o disfrutando de una buena siesta. Además no nos gusta ostentar. ¿Para qué? Aquí nos conocemos todos y nos llevamos bien. ¿De qué sirve crear problemas simplemente para demostrar que soy mejor que otro? Eso solo pasa cuando dos hobbits se enamoran de la misma chica y, una vez aclarado se olvida todo (tenemos buen perder). Para lo demás, que más da si en general todos gozamos de lo mismo en mayor o menor medida. Y sigo sin entender muy bien porque esa obsesión de los enanos de atesorar oro y gemas, si al final cuando fallece un enano esta igual de muerto con oro que sin él. En cuanto a mi sueño... Podría ser que existieran hombres así. En la Tierra Media no, pero quién sabe si al otro lado del mar. O en un mundo paralelo. Sería fascinante que existiera, aunque en definitiva tanto si son reales como si no... ¡Qué raros eran!

lunes, 20 de octubre de 2014

En un agujero en el suelo vivía un hobbit

"En un agujero en el suelo vivía un hobbit. No un agujero húmedo, sucio, repugnante, con restos de gusanos y olor a fango, ni tampoco un agujero seco, desnudo y arenoso, sin nada en que sentarse o que comer: era un agujero-hobbit, y eso significa comodidad."

(El Hobbit, J.R.R Tolkien)
Pues bien, creo que no podía empezar mis andares sin zapatos dejando de lado esta cita. La verdad es que los hobbits siempre fueron criaturas que me fascinaron, a pesar de ser los más pequeños, son capaces de lograr las más grandes hazañas a base de voluntad, humildad y coraje. Pero, antes de empezar, ¿qué es un hobbit?

Los hobbits son seres de talla mediana (unos tres pies de altura), como niños a nuestros ojos, fácilmente reconocibles porque no llevan zapatos ya que, la dureza de la piel de su suela del pie y la enorme cantidad de pelo hacen que no los necesiten. Son gente trabajadora, aislada del mundo, sin dejar de ser acogedores ni dejando de lado a los que les rodean cuando les necesitan. Son seres que aman la paz y la tranquilidad. Desde luego, si hay algo que procuran evitar a toda costa son los problemas, ya que, si hay algo que odian por encima de todo son los problemas y las intrusiones, que no visitas. Quizá por el gran apego que le tienen a su comodidad. Una comodidad basada en su estilo de vida, empezando por los hogares en los que viven, sus agujeros hobbits (smials como ellos les llaman y a los que más adelante ya dedicaré un escrito) y, lograda a base del esfuerzo que supone arreglar sus vidas a base de trabajo duro en los campos, herrerías, carpinterías... Trabajo que les permite vivir bien y gozar de pequeños placeres de la vida. Placeres como disfrutar de una buena pipa (siempre con hojas de Valle Largo, el Viejo Toby o Estrella Sureña: el mejor tabaco para pipa de la Cuaderna del Sur) sentado con una banqueta para apoyar los pies, ir al Dragón Verde a disfrutar de una relajante cerveza con los amigos después de una dura jornada de trabajo, amantes de una buena comida (eso les suele gustar especialmente), sentarse delante de un buen fuego en la chimenea rodeados de familiares...

Rodeados de familiares... La familia es una de las cosas que más se valora entre los hobbits. En sus casas siempre se pueden encontrar grandes árboles genealógicos, cuyas ramas se bifurcan sin cesar en otras muchas ramitas. Eso debe ser en parte, lo que ayuda a que les guste tanto la historia de la Comarca y sean grandes conocedores de ella. Todo hobbit que se precie, ha de saber relacionar, sin dudar, a todo aquel que guarde una relación de parentesco con él. Eso provoca que casi todos se conozcan en las diferentes regiones de la comarca. Aunque como en todos lados, no siempre se llevan del todo bien entre familiares, ya que nadie nace donde elige. Otro valor en alza en la Comarca es la amistad. Los hobbits necesitan relacionarse entre si, va intrínsecamente unido a su naturaleza. Son incapaces de vivir totalmente aislados. La famosa alegría y amabilidad les precede allá donde van y, es por eso que difícilmente verás a un hobbit solo. Eso también esta favorecido por la confianza que transmiten. Son seres que han demostrado que se puede ir con ellos hasta el fin del mundo (Frodo y Sam, Bilbo...). Aunque si hay algo que, realmente caracteriza a los hobbits, es su capacidad de hacer hogar allá donde van, es decir, son capaces de crear un ambiente de seguridad, calor, confianza... Desde luego, un lugar luminoso y alegre en el que cabe cualquiera. Supongo que la cantidad de canciones que saben y su buen gusto musical debe ayudar, acompañado siempre de sus buenos modales.

Una vez hecha esta breve introducción (que realmente no les hace justicia), mi objetivo de ahora en adelante pretende ser el análisis de diversas situaciones de los libros o de la vida real vistas desde los ojos de los hobbits. La particular vida que llevan y la visión que tienen creo que pueden llegar a ser muy interesantes. Me ha costado decidirme pero, creo que puede ser un enfoque distinto y entretenido que, espero, pueda ayudar a los posibles descubridores (o seguidores) de este blog en los aspectos que acabe tratando. Y sin más dilación me vuelvo al trabajo antes de quitarme los zapatos por primera vez y meterme en la piel de un hobbit, viendo con sus ojos.