martes, 28 de octubre de 2014

De sueños y decadencia en el Dragón Verde

"Hay en ti muchas virtudes que tú mismo ignoras, hijo del bondadoso Oeste. Algo de coraje y algo de sabiduría, mezclados con mesura. Si muchos de nosotros dieran más valor a la comida, la alegría y las canciones que al oro atesorado, éste sería un mundo más alegre."
Thorin Escudo de Roble a Bilbo
(El Hobbit, J.R.R. Tolkien)

Estaba asombrado. Hacía rato que lo estaba. Y también asustado. ¿Cómo podía ser posible? Pero sin duda lo era. El carro o lo que fuera aquello iba solo, sin ningún caballo o buey que lo empujara. Ni siquiera con cabras como hacen los enanos. Aparentemente lo dirigía un hombre vestido con una chaqueta negra muy rara, que iba sentado en la parte delantera, a través de un timón circular que tenía muchas luces al lado. El asiento era de cuero, muy cómodo. El carro avanzaba por un camino liso y oscuro. Iba muy rápido por lo que parecía ser una calle, con unos edificios tan altos que no dejaban ver su final. Señor Gamyi, usted que ha visto mundo, no sé si le suena pero a mi me producía un miedo paralizante. Al poco rato paramos. La puerta se abrió y apareció un hombre vestido con la misma chaqueta que el conductor y, con una especie de cinta anudada al cuello en su blanca e impoluta camisa. Me invitó a bajar del coche. Supongo que así debía llamar al carro. Yo no quería, estaba sustado. El hombre no se lo pensó dos veces y agarrándome por las solapas me sacó. Lo único que pude ver antes de entrar en aquel edificio, fueron otros tantos edificios como ese que parecía que tocaran el cielo y más hombres vestidos de manera estrafalaria. Una vez dentro, algo me golpeó la cabeza y me desperté. Si no hubiese sido por esa manzana...

Algunos de los que me escuchaban, comenzaron a reír inclinándose ligeramente hacia atrás en los bancos donde estaban sentados, dejando al descubierto sus peludos pies. Otros comentaron lo raro que era el sueño. El señor Gamyi simplemente se sonreía mientras le daba un sorbo a su cerveza. Mientras los miraba, me venía a la cabeza lo agradable que es el ambiente en el Dragón Verde después de una jornada de trabajo. Como en todos lados algunas veces hay discusiones, pero las más raras. En Hobbiton y Delagua las reuniones diarias no suelen fallar, excepto, claro está, los días de banquete, que no son pocos.

El joven Ciñatiesa, interrumpió el barullo general que había provocado mi sueño preguntándole al señor Gamyi que, para que querían los hombres construir edificios tan grandes. Alguno comentó entre risotadas que los hombres son más grandes, pues casas más grandes, pero después callaron para escuchar la respuesta. El viejo Sam Gamyi es toda una eminencia en la Comarca. Principalmente por sus aventuras con el señor Frodo Bolsón y ser uno de los héroes que habían salvado la Tierra Media, pero también por su generosidad, pues poseía (y posee) una gran fortuna con la que ayuda a cualquiera que lo necesite, con un espíritu de sacrificio y trabajo que no es habitual. También por su amabilidad y sabiduría que suele compartir siempre con humildad. Supongo que por algo lo hemos reelegido durante más de veintiocho años como alcalde de Cavada Grande (o de la Comarca).

El viejo, tras quedarse unos segundos mirando la pluma que llevaba el joven Ciñatiesa en el sombrero, lo que indicaba que era un oficial (los guardias que velan por la seguridad y el orden en la Comarca), sonrió y le contestó. Le dijo que antaño, el linaje de de los reyes de Gondor había caído en el olvido debido a su orgullo. Erigían grandes tumbas para los reyes y senescales, más suntuosas que las moradas de los vivos, y edificios que mostraban su poderío. Todo para aparentar, mostrar orgullosos su poder aprovechando que el enemigo era débil y no tenían demasiadas preocupaciones en sus fronteras. A los enanos les ocurrió algo parecido en Moria y Erebor, pero por otro motivo. Construyeron grandes salas y atesoraron cantidades de oro y gemas tan increíbles que, incluso viendo los tesoros, era difícil creer que fueran reales. Era fruto de la ambición y codicia desmesurada que invadía sus corazones. Eso fue lo que provocó los tiempos oscuros que padecieron posteriormente. Los habrían pasado igualmente, pero no tan malos. Les cogieron desprevenidos durante su decadencia. Los pueblos que no velan por la felicidad de sus habitantes sino por intereses materiales (en muchos casos egoísmos del gobernante o gobernantes del momento), acaban sufriendo más de lo esperado o, en algunos casos, llegan a desaparecer.

Es como la vida misma. Es una lucha permanente entre el bien y el mal que no descansa nunca . Se constituye de batallas diarias, generalmente pequeñas, y todos somos partícipes de ellas. El viejo Gamyi puso mucho énfasis en la palabra todos. Continuó diciendo que, nadie esta exento de ella. No podemos ceder, aquí no existe la estabilidad. Si dejas de luchar caes sin remedio y, si luchas tienes posibilidades de seguir avanzando por un buen camino. Y no todo son grandes batallas como las de Campos de Pelennor. Al contrario, en general las batallas suelen ser pequeñas. Como cuando sonreís al llegar a casa aunque estáis muy cansados o como cuando no os queréis levantar pero lo hacéis para ir a trabajar. Si nos dejamos, vamos cayendo y llegando a justificarnos. Tanto hombres como enanos se dejaron llevar por el orgullo, la codicia y la ambición que en gran parte suele provocar el exceso de bienes materiales. Sobretodo si se acumulan por el mero hecho de tener y ostentar ante otros. Ya que estos bienes no llenan mas que de egoísmos y desconfianzas que solo producen soledad y una necesidad de acumular más. Esto hace infeliz a cualquiera. Aunque el sueño de Dungo, solo es eso, un sueño, puede ayudaros como metáfora o recordatorio de lo que puede llegar a pasar si no lucháis. No pretendo desanimaros, sino lo contrario, animaros a que sigamos luchando con la alegría que nos caracteriza a todos. Concluyó proponiendo un brindis por ello y añadiendo que, además, no estaría nada mal tener un carro que andase solo, no todo iba a ser malo en mi sueño.

Mientras volvía a mi agujero iba dándole vueltas a la reflexión del señor Gamyi. Realmente, ¿para qué querrían hombres y enanos tantas riquezas? Aquí con lo necesario vivimos muy bien. Bueno, el tabaco para pipa es un capricho, pero no es caro, esta al alcance de todos. Por lo demás nuestros gozos están hechos a base de estar con los demás (principalmente gozando de una buena comida o bebida)  o disfrutando de una buena siesta. Además no nos gusta ostentar. ¿Para qué? Aquí nos conocemos todos y nos llevamos bien. ¿De qué sirve crear problemas simplemente para demostrar que soy mejor que otro? Eso solo pasa cuando dos hobbits se enamoran de la misma chica y, una vez aclarado se olvida todo (tenemos buen perder). Para lo demás, que más da si en general todos gozamos de lo mismo en mayor o menor medida. Y sigo sin entender muy bien porque esa obsesión de los enanos de atesorar oro y gemas, si al final cuando fallece un enano esta igual de muerto con oro que sin él. En cuanto a mi sueño... Podría ser que existieran hombres así. En la Tierra Media no, pero quién sabe si al otro lado del mar. O en un mundo paralelo. Sería fascinante que existiera, aunque en definitiva tanto si son reales como si no... ¡Qué raros eran!

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